El presente ensayo analiza el barrio Santa Fe, ubicado en la localidad de Los Mártires en Bogotá, Colombia, con el fin de evidenciar los elementos que intervienen en los fenómenos urbanos como las relaciones sociales y la arquitectura. Para este abordaje, se parte por mapear el territorio a través de un recorrido que permita reflexionar acerca del entorno como un escenario eminentemente político, en el que se materializan perspectivas sociales en la manipulación, control y manejo del paisaje urbano. El argumento central es soportado bajo la teoría de Zygmunt Bauman en el libro Ética Posmoderna, que afirma: “{…} La organización del espacio urbano resalta por su pronunciada tendencia a segregar clases, grupos étnicos, muchas veces géneros, con el propósito de que puedan aplicarse las tácticas del desencuentro con la seguridad y confianza que tendrían un mayor efecto.” (Bauman, 2001, p.180)
En principio, el barrio Santa Fe es conocido por ser una zona de gran actividad comercial, sin desconocer que generalmente es visible por ser escenario de actividades sexuales pagas, epicentro de consumo y expendio de sustancias psicoactivas y con una concentración importante de habitabilidad en calle. De esta forma, se ha señalado semánticamente a todo el barrio, convirtiéndolo en un espacio con una fuerte carga simbólica relacionada al peligro, al tabú, y a la inseguridad. Así, el deterioro en la infraestructura, la falta de servicios públicos, la contaminación ambiental en las calles, la decadencia urbana en las vías y la baja calidad de vida existe a razón la ausencia estatal con el aislamiento del sector y la población que en él habita.
El Santa Fe opera como un lugar con barreras invisibles para aquellos que no corresponden a los parámetros morales o estéticos del status quo, por tanto, viven en el barrio aquellos segregados y marginados de la ciudad. Los imaginarios sociales entorno al ser humano modifican el paisaje urbano, crean límites a partir del miedo, condenando a las personas a ocultarse y permanecer dentro de las fronteras del Santa Fe para no ser agredidos, ni violentados por la fuerza pública o por otros civiles.
En el Santa Fe se encuentran poblaciones diferenciales que le dan unas características especiales al territorio, conviven sectores LGBTIQ, especialmente trans-género, personas que ejercen actividades sexuales pagas, ciudadanos habitantes de calle, migrantes venezolanos, desplazados del conflicto interno y población en condición de extrema vulnerabilidad socio-económica. Este barrio se ha reconocido por su estado de deterioro social y urbanístico (Cardeño. 2007), fue catalogado como un barrio de estratos bajos según el ZESAI (Zona Espacial de Servicios de Alto Impacto), en donde la población reside en casas o apartamentos compartidos, inquilinatos, paga diarios, edificios o camarotes; espacios habitacionales que en su mayoría no tienen condiciones dignas, por la carencia de condiciones mínimas de higiene y salubridad, en este sentido se perpetúa la fragilidad social de la población. Ciertamente esta zona es un nodo de problemáticas sociales que inciden en la calidad de vida y bienestar de los habitantes del barrio, puesto que los índices de criminalidad se disparan por la falta de garantías y veeduría estatal, haciendo que el tráfico de estupefacientes, armas, venta de alcohol, habitabilidad de calle, trata de personas y explotación sexual de niños y adolescentes penetre el territorio.
En este orden de ideas, está relacionado en muchos casos con la delincuencia, lo cual genera relaciones problemáticas entre la población que reside en el Santa Fe y los otros pobladores de Bogotá, esta contraposición ha permitido, cadenas de violencia de unos contra otros:
{…} Mientras más profundo es el temor, el sentimiento de estar amenazados y menos certeza tenían los establecidos de la seguridad de su propio establecimiento, la amedrentadora y espeluznante proclividad tendía a concentrarse en el estereotipo del marginado, que ahora representaba todos los demonios interiores de los atemorizados. (Bauman, 2001, p 184)
El problema es que quienes manejan el tráfico de sustancias psicoactivas utilizan como instrumentos a los ciudadanos del barrio Santa Fe, ocultando un gran comercio sexual y de estupefacientes tras la marginalidad y la precariedad. Las problemáticas aún no han sido subsanadas, ni atendidas efectivamente por el Estado; son los habitantes del Santa Fe una cortina de humo que no permite ver las grandes mafias y criminales que se lucran de la miseria y desigualdad social.
La realidad de este sector también ha llevado a condiciones límites y degradantes para el ser humano como única medida de sostenimiento. Esta visión ha sido condicionada por la falta de oportunidades. Sin embargo, es fundamental resaltar que el Santa Fe se ha vuelto el hogar de muchos excluidos, como señala Silvana (2020), una mujer trans de la Red Comunitaria Trans: “{…} Para mí el lugar más seguro de Bogotá es el Santafé, aquí me conocen y me defienden”.
De este modo, la población es perseguida, discriminada, desaparecida y violentada, se ha convertido el espacio público en Bogotá en un escenario de hostilidad, señalamiento y peligro. Por lo anterior, el Barrio Santa Fe hoy representa un espacio seguro gracias a las redes construidas por las mismas personas de la comunidad, más claramente, el Santa Fe es un lugar habitado para no ser juzgados.
Ahora bien, según Bauman la ciudad debe comprenderse como áreas inmensas de espacio vacío, que están estructuradas para cruzar, mas no para cruzarse, son espacios por los que se frecuenta, pero no se permanece (Bauman, 2001): “{…} la ciudad es un lugar de desencuentros con el otro” (Bauman, 2001, p.179). La ciudad es un espacio social (Bauman, 2001) es decir un escenario objetivo y abstracto en el que se producen interacciones complejas y se posibilita mapear las diferentes relaciones sociales. Este hecho es un proceso entrelazado entre (Bauman, 2001): 1. El espaciamiento cognitivo, que es la suma de conocimientos intelectuales frente al mundo; 2. El espaciamiento estético, suscitado por la diferencia humana y el interés o rechazo que provoca; y, 3. El espaciamiento moral, que tiene que ver con la responsabilidad social frente a otro.
Es fundamental hacer hincapié en el cómo se concibe a “el otro”, que de por sí el mismo término ya genera barreras que separan, aíslan y señalan la diferencia. La percepción del otro se construye a partir de memoria sedimentada (Bauman, 2001) es un proceso de encuentros y desencuentros pasados, comunicaciones, intercambios, imaginarios mediáticos y estereotipos. El “otro” representa una amenaza al orden del universo, al valor de orientación del espacio social, por lo tanto, hay una sensación de eliminar o expulsar al forastero, y así recuperar el orden: “{…} El problema de la sociedad moderna, no es cómo eliminar a los extraños, sino cómo vivir en su constante compañía {…} esto no significa que hayan cesado los intentos por limpiar extraños del mundo en el que vivimos” (Bauman, 2001, p.181). Por lo anterior, el Santa Fe ha sido un espacio disminuido con el fin de acumular a las personas que no son aptas para frecuentar el espacio público, se mantienen lejanas y ocultas ante el embellecimiento urbano de Bogotá: “{…} Por el control sobre el espacio social, esto es, confinar y reglamentar la libertad de los extraños y mantenerlos de una vez por todas donde les corresponde” (Bauman, 2001, p.181)
Con la diferenciación territorial la condición del “otro” como sujeto extraño y ajeno se cultiva y se preserva:
{…} Los extraños son producto del mismo espacio social que busca asimilar y domesticar el mundo en el que vivimos {…} La ruptura entre los establecidos y los marginados nació y se reforzó con la asimetría del poder, derivada de la administración del espacio social, en un esfuerzo por cortar este espacio de acuerdo con el mapa cognitivo fomentado por los administradores. (Bauman, 2001, p.183)
Los poderosos, como el Estado son los que declaran esta distancia y división territorial que se materializa a partir de la percepción social. Se normaliza y acepta: enfermedades asociadas al consumo de sustancias psicoactivas y, por otra parte, los asesinatos, las violaciones y la explotación sexual, condiciones que, en cuanto se mantengan lejanas del escenario público visible, son justificadas con el silencio y la carencia de garantías que dignifiquen a la población. “{…} La suciedad es como sabemos algo fuera de lugar, que debería mantenerse lejos ya que podría borrar las divisiones que sustentan el orden de las cosas” (Bauman, 2001, p 185). Así, es posible entender desde Bauman cómo el espaciamiento determina los temores y los prejuicios frente al “otro”, dicho en otras palabras, la existencia del “otro” se construye socialmente mediante vínculos atravesados por imaginarios, percepciones y experiencias, que categorizan al sujeto.
Es fundamental reconocer que la marginalidad es consecuencia del abandono del sujeto, en el mayor de los casos los factores socio-estructurales que inciden en la razón por la que se vive en el Santa Fe son: la pobreza extrema, violencia intrafamiliar, abandono, violación, aislamiento del núcleo familiar, desplazamiento, drogadicción, discriminación por género, entre otras; también se encuentra la decisión de vivir en el sector. Esto, ha excluido socialmente a los residentes del barrio, ya que no se instauran en patrones de seres productivos ni “buenos ciudadanos” que funcionen dentro del sistema de consumo, familiar, académico y laboral, es decir, esta población no responde a los estándares establecidos por el sistema cultural y que permiten el ordenamiento y la higienización social.
“{…} Estereotipo del marginalizado: moralmente laxo, sexualmente promiscuo, deshonesto, demasiado emotivo o incapaz de hacer un juicio sereno” (Bauman, 2001, p 184). Los residentes del Santa Fe no recaen en un discurso moral, donde se establecen los cánones de “normalidad” del ser humano, lo que los condena a pertenecer al señalamiento de los “otros”, aquellos expulsados del espacio público de Bogotá; se perciben como los anormales, despreciables, como un error en el sistema, indigentes, desechables, locos, basura social, entre otros calificativos que los niegan y destruyen, cosificándolos, dicho en otras palabras, convirtiéndolos en cosas inanimadas, sin dignidad ni derechos, seres autodestructivos que deben eliminarse del escenario social. Esto hace que se mimeticen con el entorno que administrativamente y socialmente deben ser exterminado del panorama de la ciudad. Por eso, es evidente como el otro y la ciudad misma se convierten en escenarios de miedo y muerte para quienes “deben” ser eliminados. Todos los diferentes sectores de la ciudad, como el Santa Fe, tienen una significación eminentemente política, basados en un ordenamiento social. El Espacio social, es regulado por relaciones de poder que crean, producen y reproducen materialidades e identidades.
En conclusión, la ciudad es un espacio vivo de segregación social, puesto que la ideología y la división social configura la organización del paisaje urbano, los tabúes, miedos y crímenes habitan de manera permanente el Barrio Santa Fe, afirmando el poder estatal y el imaginario de superioridad de los más poderosos. Se trazan barreras que acentúan la diferencia, el papel de víctima y criminal de los marginados de viven en el sector. La exaltación cotidiana de la violencia y los comentarios sobre el terror generan transformaciones en la ciudad, los asesinatos, la prostitución, la habitabilidad en calle, el tráfico y consumo de estupefacientes influyen en las formas en que se habita el espacio y en cómo se ve al “otro”, quienes, a razón de pocas oportunidades dignas de trabajo, son sometidos a el rechazo, señalamiento y discriminación. A partir de un juicio moral se les condena a la muerte y la precariedad social, existe una sistemática transgresión de la humanidad, justificada, normalizada, omitida e ignorada. Aun se establecen discursos excluyentes y eugenésicos entorno al “mal social”.
REFERENCIAS
-Bauman, Zygmunt (2001). Ética Posmoderna. México: Siglo XXI Editores.
-Cardeño, Freddy. (2007). Historia del desarrollo urbano del centro de Bogotá. (localidad de -Los Mártires). Secretaría de Recreación, Cultura y Deporte. Alcaldía Mayor de Bogotá D.C, Bogotá.
-CUC. (2007). Evaluación de las Zonas Especiales de Servicios de Alto Impacto (ZESAI). Corporación Universidades del Centro. Bogotá.
-Entrevista semi-estructurada a Silvana (2020) Por Sören Molano Cajamarca, Barrio Santa Fe. Bogotá.
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