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  • Writer's pictureSOREN DANIELA MOLANO CAJAMARCA

ANTROPOGRAFÍAS: ENTRE LA ANTROPOLOGÍA Y LA FOTOGRAFÍA

He descubierto que no hay mejor fantasma que las estrellas pues no son más que gases estallados hace miles de años creando en su no existencia esferas luminosas que se forman a partir de la luz encriptada en la antigravedad. La luz al ser transmisora energética percibe flujos y crea el color. Entonces, la fotografía es la oportunidad de ser estrella, de asesinar a Cronos, el tiempo, y sumergir momentos en la eternidad de la luz y el color.


La antropología, al igual que la fotografía, permite tener una mirada meticulosa del otro. Mediante la mirada se captura y crea mundo, un mundo que se vuelve polifónico, sonoro, visual y caleidoscópico. Con la imagen fotográfica y la antropología se hace posible escudriñar diferentes esferas de lo social, no únicamente en la representación, sino en la vida de la imagen. Puesto que constantemente, somos consumidores de imágenes que invaden la realidad que habitamos, sin embargo, no hay un detenimiento exhaustivo para percibir sus capas y lo que atraviesa.


Por esto, rescato la importancia de lo visual en la labor antropológica, ya que vislumbra diferentes dimensiones sociales que a menudo el investigador pasa por alto. La imagen venganza, la imagen mensaje, la imagen resistencia, la imagen poder, la imagen documento, la imagen emancipada, herida, fragmentada y determinada. La imagen opera como un medio de difusión masiva que se amplía por el espacio social. Una cosmografía y cartografía del territorio. Siendo así las imágenes crean líneas imaginarias de diálogos, análisis y reflexiones. Ronald Barthes (1986) en “La Cámara Lúcida” nombra estas líneas imaginarias como: puctum llevaban al observador a una zona en particular de la fotografía, lo capturaban, lo hacían engullirse en la imagen, Barthes señala el puctum como una flecha que llega y te atraviesa te punza, te crea un corte, te pincha, una zona subjetiva de particular importancia para quien la percibe. Este secuestro característico de la fotografía nos puede llevar a la pregunta de ¿Por qué los verbos que se usan en el acto de hacer una foto en su mayoría resultan bélicos? Capturar, tomar, disparar una cámara.


La fotografía habita en la liminalidad de la vida y la muerte, el tiempo y el espacio, por esto me es importante ver la imagen como un acto creativo y mortuorio, habita dos mundos sin ser necesariamente contradictorio. La cámara captura no solo un instante, sino captura el espacio, las personas, los objetos, entre otros que aparecen en la composición; incluso también captura al fotógrafo quien se detuvo y fue capturado por el acontecimiento; al igual del observador quien luego de ser producida la foto se detiene a contemplarla, rememorarla, guardarla, coleccionarla, apreciarla o romperla, la cámara es la herramienta con la que se apresa el mundo. La materialidad de la foto no es en cuanto tal, encapsula una serie de afectos de lo que fue fotografiado. La cámara toma fotos, tomar como el acto de digerir y contener, pues la imagen se digiere cuando entra al ojo del fotógrafo y crea interés para ser retratada, cuando esto ocurre, la imagen es tomada por el fotógrafo arrebatada de lo cotidiano, engullida y agarrada por la cámara y quien la porta. El digerir y contener implica pasar por el cuerpo, la foto no solo es visual, es sensorial, es decir sonora, parlante, rugosa, lisa, dulce, amarga y sobre todo rebosante. La cámara se dispara al igual que un arma, mata a quien captura y al tiempo lo revive bajo la presencia fantasmagórica propia del recuerdo. La foto nos habita bajo la ausencia o una pseudo presencia, la foto es una condena de muerte (Barthes, 1989) anuncia un pasado, son los rezagos y lo que podemos guardar de él para asumir un presente. Detiene el tiempo para el momento fotografiado, al igual que un asesinato que detiene la vida del sujeto; pese a ello, hay una creación de un nuevo producto: la foto. Con la fotografía hay un aplastamiento del tiempo (Barthes, 1989) Es importante hacer hincapié en que las fotos no son del todo estáticas, cambian como quienes las portan, pues los significados fluctúan y naufragan acorde va remando el tiempo del que somos náufragos.


En este orden, la fotografía como refiere Barthes (1989) es una catástrofe, destruye y crea por tanto transforma el espacio social. Tiene pulsiones entre el tánatos y el eros, es la complejidad de la existencia misma entre ambas dimensiones: la vida y la muerte. Hay un necrodeseo, que se enmarca en la fijación hacia la muerte y la necesidad de atar materialidades a la vida. El necrodeseo no es solo del fotógrafo, sino del observador de la misma, pues la cámara es fosa común, un repositorio donde yacen historias ausentes, dicho en otras palabras, que pertenecen a lo que fue. La oscuridad propia de un espacio lúgubre e inclusive anterior al nacimiento es la necesaria para el parto fotográfico, la luz y la oscuridad como posibilidad de existencia de la imagen. Este es un momento, la posibilidad que se abre en el lente de una cámara, es un ensueño o una hipnosis ante una realidad alterada, ¡que la realidad sea oscura y luminosa, es decir que sea posible!

En ello, se encuentra la pulsión erótica de la fotografía que opera como oráculo hacia el pasado, la cámara te abraza y te funde con la realidad, es un acto de entrecruzamiento entre el ojo, la herramienta y el paisaje. La sensibilidad es indispensable para ser fotógrafa y antropóloga, lo que se evidencia también en la sensibilidad del papel o el negativo hecho con nitrato de plata, sensibilidad como la capacidad de percibir, sentir y transformarse. Ser atravesado con la imagen, con el ser humano, con el mundo y su potencial narrativo, la antropología y la fotografía cuentan historias que tienen como fin alterar la realidad social, ambas disciplinas necesitan de la alteridad, la importancia de ver la belleza en el otro.


Cuando se toma una foto se cierra un ojo para delimitar la mirada a través del visor. La cámara análoga tiene una aguja que ayuda a medir la cantidad de luz para tomar la foto, una aguja, así como se les llama a las manecillas del reloj. Lo que no es para nada gratuito, se les llama agujas porque clavan y desgarran el hoy, trinchan el presente, entonces no, no es gratuito que a las manecillas de la cámara y del reloj se les diga agujas.

La fotografía análoga aparece con el contacto de la luz, el negativo, el papel y el químico; la antropología es en esencia contacto una búsqueda constante de la otredad, destruir el sentido común para adentrarse en el corazón de la cultura. El contacto tiene que ver con el erotismo y el amor ambos profundamente creadores. El revelar el rollo en lo análogo resulta un proceso pseudo ritual, primero en la oscuridad, que denota ausencia de mundanidad, conocer mediante la intimidad del tacto, desnudar los cuerpos fotografiados de la oscuridad del negativo, con el químico se va revelando la imagen, despacio y cuidadosamente. Sacar el rollo en la penumbra en un acto de fe, para que finalmente sea visible una imagen e ir intuyendo el rollo, encarretándolo, mezclándolo con precisión en los químicos, batiendo cada 25 segundos el frasco para irlo diluyendo, así mismo, la imagen que se perpetúa conforme va apareciendo en el tiempo. Por fin sacar el rollo, secarlo y ver la espectralidad y transparencia de la imagen, luego se amplía permitiendo que la luz entre en contacto con el papel, allí se eterniza, se mata, se crea el momento, el ser y los afectos. Puesto que cuando se puede ver la ampliación es vol-ver al instante, a la vida, pero también a la muerte, la realidad muta, se recoge, se dilata y se tensiona con la fotografía.

En cuanto a la fotografía digital permite que la foto tenga una mayor manipulación en el tiempo, pues por la gran cantidad de imágenes que se pueden condensar en la cámara y en la memoria, como repositorio de imágenes que guardan recuerdos, la memoria de la cámara como dispositivo que alberga la memoria humana. Asimismo, es posible manipularlas a largo plazo, una foto nunca termina de ser manipulada por su circulación, acceso y con programas como Photoshop, Ligthroom, entre otros. Por otra parte, el acercamiento a la cámara es distinto por la visión constante de las fotos, siendo posible un número casi ilimitado de fotografías en comparación con lo análogo, con la posibilidad de borrar o recortar algunas de ellas al instante. Finalmente, el temporizador en la fotografía abre una nueva perspectiva en la que la cámara libera al fotógrafo de la captura, y permite su flexibilidad y movimiento en el espacio. Con la cámara digital existe un ir y venir con lo fotografiado donde se analiza frecuentemente el resultado al que se quiere llegar, se seduce el espacio y al sujeto con el lente, para nuevamente crear la pulsión entre la vida y la muerte mediante el contacto de la huella luminosa en el otro. Ese otro al que se le reconoce su existencia y se le dota de importancia en el lente de la cámara y en la palabra de la antropología.


***


La fotografía y la antropología como producto y foco de análisis social nos permite pensarlas en mutua contribución, en Antropografías. Este texto argumenta las Antropografías como concepto en un mundo que está condensado en imágenes. Continuamente somos consumidos y consumidores de imágenes, por ello es esencial verlas como objeto de estudio que dé un sentido a lo social. Con-sumidos, con-sumidores sumirse y sucumbir en una imagen, sentirse abatido por la misma, atrayéndonos plenamente. La Antropografía es en esencia circundante.

Continuando con la idea, las Antropografías guían los cauces de la investigación bajo una perspectiva multidimensional donde se da lugar al análisis social y la reflexión a partir de la imagen y el texto. Estos trazan un mapa y territorializan la experiencia, pues da cuenta de la marginalización de ciertas corporalidades en un determinado espacio. Por tanto, es crucial que en el ver y hacer audiovisual se sitúe a un sujeto geocorpo-político, las Antropografías hacen una curaduría que permite constelar todos los vértices de la investigación en los que se pretende ahondar. La curaduría o curandería entreteje este mapa y constela imágenes abriendo posibilidades de interacción y vida social de la imagen.


La Antropografía como herramienta de análisis parte de la esperanza, sitúa al sujeto para darle un lugar en el espacio social y reconocerlo, no únicamente desde la academia sino desde el autoreconocimiento del individuo. En esta metodología se permite ver al otro multidimensional: cuerpo, lenguaje y espacio. Es una relación cercana de investigación e intervención social con nuevas formas de crear futuro puesto que históricamente nos lo han arrebatado. Tanto la cámara como la antropología son disciplinas supremamente coloniales, adherir al otro al entendimiento para dominarlo a partir de la imagen y el análisis documental. No obstante, es esencial pensar en las formas de de-colonizar la labor en campo. La colonización y la colonialidad nos ha quitado el futuro ya no podemos pensar nada que se salga de las estructuras occidentales más estables el capitalismo y el patriarcado. Lo que es necesario es resistir frente a estas estructuras coloniales en las que se ha desenvuelto la antropología y la fotografía, para ello, el habitar la herida colonial es primordial para empezar a generar nuevos métodos de análisis, pues como Mignolo (1941) afirma en las huellas del pensamiento colonial se teje la decolonización.


Es pertinente pensar entonces el acto fotográfico como una antropofagia donde está el canibalismo metafórico en la imagen que pasa por la investigadora y es transliterado bajo sus propios términos ¿cómo evitar que la foto sea el devoramiento y absorción absoluta del otro? Susan Sontag dice que la fotografía es apoderarse de lo fotografiado ¿Si las imágenes crean mundo cómo descolonizar la imagen? ¿Es posible? ¿Cómo podremos conversar con el agente social que está siendo fotografiado y que este sea partícipe de la imagen? La Antropografía como método es en principio un método dialógico, en el que caben muchas miradas y mundos. En este mismo orden de ideas, si la fotografía es antropófaga, es imperante comer y ser comido, alimentar y alimentarse, puesto que nunca se come sola, la comida es un acto de encuentro y en conjunto. Tragar al otro como una presencia viva que es asimilada por el cuerpo, sus partículas son incorporadas en la alquimia del alma y por el pensamiento refinando la expansión y devenir de una misma (Rolnik, 2016, p.2).


El método que se propone parte de la conversación como base transformadora, no únicamente de la fotógrafa y los agentes sociales a quienes fotografía, sino, tiene como objetivo abrir nuevas conversaciones, abrir debates y reflexiones que suscita la imagen intervenida y el texto. Ya que la fotografía democratiza la experiencia y el testimonio, sirve como forma de documentación y registro, pues la fotografía al igual que la antropología vive en constante diálogo con la condición humana y el conjunto de apariencias culturales. Las fotografías y la investigación antropológica han conferido credibilidad a la realidad vigente.


Sin embargo, hay que replantearse el carácter de evidencia de la foto y la investigación pues el que esté al servicio de la verdad es cuestionable, la cámara y el pensamiento no son objetivos, están cargados de prejuicios y sesgos del ojo que está tras el visor. Solo son una interpretación del mundo:


La veracidad de la fotografía se impone con parecida candidez. Pero aquí también, detrás de la beatífica sensación de certeza se camuflan mecanismos culturales e ideológicos que afectan a nuestras suposiciones sobre lo real. El signo inocente encubre un artificio cargado de propósitos y de historia. Como un lobo con piel de cordero, la autoridad del realismo fotográfico pretende traicionar igualmente a nuestra inteligencia. Judas se ahorca agobiado por los remordimientos. ¿Reaccionará la fotografía a tiempo para escapar a su suicidio anunciado? (Foncuberta, 2016, p. 18)


Fontcuberta (2016) hace una crítica a la veracidad con la que se relaciona la fotografía, pues esta puede ser manipulada y usarse para encubrir los propósitos políticos y circunstanciales de la historia. Aunque la naturaleza de las fotografías se hace literaria (Silva, 2012), son utilizadas para contar historias, estas pueden ser manejadas a conveniencia, entonces no se puede solventar a totalidad la postura de que la imagen fotográfica ha estado al servicio de la verdad. Lo que en efecto se puede afirmar, es que la fotografía es una huella del presente que se diluye para hacerse pasado, es carne viva convertida en huella en el papel, el metal, u otro material, pero al fin huella y rastro.


La Antropografía como método de investigación e intervención social tiene como fin último interseccionar la imagen y la palabra. Una cartografía hecha a fotografías y textos, donde entra en conversación el análisis de la investigadora con los testimonios de las personas con las que se asume el taller. La sistematización del mapa es por parte de la investigadora, la revisión final y el ultimar detalles va de la mano con la población. Esto hace parte de un taller colaborativo en donde se establecen otras miradas críticas sobre diversas dimensiones territoriales y con ello, se mapea las escalas del espacio social donde se desenvuelve el individuo.


1. Fotografía.

2. Texto (análisis y testimonio).

3. Intervención de la imagen transliterándola a cartografía.


Entendiendo el territorio como una construcción entre: individuo, cultura, materialidad y vida. La Antropografía, es en efecto, una cartografía hecha a palabras y fotos intervenidas. Se desarrolla bajo la idea de una cartografía. El cuerpo cargado de símbolos que apropia una experiencia en particular, con lo que la foto abre el pasado, lo examina y lo convierte en sonoro. La imagen puede ser masiva por su potencia de circulación. Con este método se quiere promover la venganza de la imagen como un acto resiliente y combativo, una imagen que muestra, evidencia, denuncia y enuncia. Resistir es difícil, pero sobre todo necesario por eso buscar espacios para revelar unas estructuras excluyentes es una urgencia. Portar una cámara y un lápiz como un arma para eliminar las violencias sistemáticas que aun soporta el status quo. Escribir, armar palabras, sentarse y constelar las palabras en lo que alcance de vida. Las palabras y las fotos que hemos ido dejando en el camino serán la venganza hacia el odio y la discriminación social.


Para finalizar, se quiere rescatar lo que se deja fuera de la fotografía y el texto, ambas como artefactos memoriales, pero también de olvido. El verbo olvidar tiene en la mitad la palabra vida, más el recordar finaliza con la palabra dar, el recuerdo como ofrenda hacia el pasado y hacia los otros, el olvido como posibilidad de vivir y no quedar náufragos en los fantasmas de lo que fue. Entonces la fotografía y la escritura será la catástrofe, la mejor y peor forma de vol-VER, a un pasado que te habita desde la lejanía, una pseudo presencia que se piensa desde la ausencia. Escribir y fotografiar como una manera de hibridarse con los momentos, con los paisajes y con las personas; un resurgimiento mediante la mirada y el pulso de quien las captura. Un canibalismo que se traduce en verbos o en imágenes. La Antropografía como método busca el reconocimiento entre la vida, la existencia, el olvido, el recuerdo y la muerte.


REFERENCIAS


Barthes, Ronald (1989) La cámara lúcida. Paidós: Barcelona.

Brink, Cornelia (2003) “Íconos seculares. Las fotografías de los campos de concentración nazi”. En Punto de vista, 76: Buenos Aires.

Dubois, Philippe (2015) El acto fotográfico. La Marca Editora: Buenos Aires.

Fontcuberta, Jean (2016) El beso de Judás. Gustavo Gili: Barcelona.

Mignolo, Walter D. (1941) “El pensamiento decolonial: desprendimiento y apertura” En Castro y Grosfoguel (eds) El giro decolonial: Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global.

Rolnik, Suely. (2016) Antropofagia Zombie. Recuperado de: https://es.scribd.com/document/61206044/Suely-Rolnik-Antropofagia-Zombie

Silva, Armando (2012) El álbum de familia: la imagen de nosotros mismos. Universidad de Medellín: Colombia.

Sontag, Susan (2005) “Estados Unidos visto por fotografías, oscuramente”, en sobre la fotografía. Alfaguara: Bogotá.

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