top of page

CON-O-CER

C O N , i m p l i c a “ j u n t o  a ”  S E R , i m p l i c a “ e x i s t i r ”

 

La Sierra Nevada de Santa Marta es una reserva de la biosfera y la cultura indígena arhuaca, dadas las condiciones climáticas y físicas de la Sierra, además de la resistencia de los pueblos ha sido posible que las costumbres, tradiciones y creencias de la comunidad se mantenga en el tiempo. El presente trabajo tiene como objetivo dar cuenta de cómo el cuerpo vivifica el mismo territorio, en los retratos se pueden trazar cartografías entorno a la zona en donde se enuncian. Este archivo sitúa un cuerpo verbal, geo-político y polifónico, es decir construido a muchas voces a partir de diálogos llevados a cabo en la experiencia de campo. No es un producto en sí, es el mapeo de un proceso y método dialógico que condensa múltiples rostros, manos, experiencias, percepciones, análisis y afectos.

En la Sierra se evidencia el territorio como un fenómeno multidimensional que no es únicamente biológico, sino social, afectivo y permea toda estructura de la comunidad arhuaca. Los caseríos están ubicados de manera dispersa sobre las faldas de las montañas o las vegas de los ríos.

 

Conocer, “con” o “ser”, “con” implica junto a y “ser” implica existir, existir junto a la comunidad permite un conocer cercano. De allí, parto para desarrollar el método: “Antropografías” como forma producción de conocimiento de la mano del pueblo arhuaco.

Mi recorrido parte de Palomino a Atigumake, por horas sentí todo el peso de mi cuerpo, que conforme iba subiendo, se iba desgastando. Sentí el camino difícil, largo y escabroso, pero siempre agradecido, con la majestuosidad de los paisajes, la calidez de las personas y la ternura de los niños, claves en el proceso. Mi cuerpo fue poco a poco desaprendiendo el frío de Bogotá, las rutinas y la precipitación que me ponían taquicárdica. Poco a poco mi cuerpo fue haciéndole camino al camino, y el camino dejando camino y rastro en el cuerpo con las picaduras, los moretones, la piel pigmentada de sol: las fotografías del sol en la piel o la piel fotosensible, que hace visible el camino echado a andar. He decidido no salir retratada porque fui mediante la palabra, la risa y el canto de otros a quienes conocí, que me conocieron, y que construimos desde la sonrisa un puente posible para conocer. En mis fotos yace tanto de mí, como de ellos.

 

Estos son los pies de Erika, aquellos que siempre han caminado la Sierra.

La presencia de los niños es predominante en las fotografías, porque en su mayoría había muchos niños, niños y vida, vida y esperanza.  La Sierra me recordaba la fertilidad de la vida y qué era lo que implicaba vivir.  Tuve que echar a andar para recordarlo.  Los niños fueron curiosos y aunque no verbalizábamos todo encontrábamos maneras para seguirnos vinculando.  Todos fueron generosos y cuidadosos con mi torpeza en la Sierra, haciendo de cada instante una oportunidad para crear, crecer y aprender.  

Lilibeth y su paso enternecido.

Los niños corren, se caen, pescan, juegan, caminan con la absoluta conciencia del riesgo que implica sentirse intensamente vivos.

 

Cristián, corta leña para el hogar. Los niños hacen de la hoguera, la sabiduría y la cultura un punto de encuentro el cual nutren para que perdure a lo largo del tiempo.

John es un niño tímido, sonriente y curioso de la comunidad arhuaca.  Fue mi principal guía para subir a la Sierra, siempre se le escondió a la cámara, pocas veces me autorizó fotografiarlo.  Tenía unas manos tejedoras y pies hábiles, siempre con sus botas pantaneras.  Fue revelando su risa (“semi” en iku), fue paciente con mis pasos cortos, comparados a los suyos.  Me preguntaba constantemente “por qué” y “cuándo” dejándome sin respuestas en algunas ocasiones y yo maniobrando para encontrarlas y dárselas de algún modo.  John tejió para mi el camino, los días y los paisajes que me presentaba a su paso, también me tejió una mochila al ver que era la única que no cargaba una.  John caminaba mientras tejía esta mochila con cada nudo, cada risa y rastro que vivimos en la montaña, en sus ríos; al bajar, nos despedimos y la sierra lloró agua por nuestros ojos.

Cuando Faustino nos vio, se puso a llorar, no nos identificaba ni entendía, nuestro rostro y nuestras palabras era un total hallazgo y extrañeza para él.  Daniela un día en la tarde cuando le entregamos unos crayones se puso a llorar porque no sabía que hacer con ellos, pensó que no sabía dibujar.

¿Acaso quién no ha tenido ganas de llorar al sentirse vulnerable al no conocer? 

Cuando Faustino se acostumbró a nuestro pasó rio, Dani existió junto a la materialidad, sonrió y siguió explorando su pulso que ahora tejía en papel y cera de color.

John tutu isūn, Dani tutu isūn, Caro tutu isūn, Clari tutu isūn, Carmen tutu isūn, Sören tutu isūn.  John teje, Dani teje, Caro teje, Clari teje, Carmen teje, Sören teje.  Esto escuchaba cada vez que me rotaban el tejido.  Comprendí que un tejido es en esencia a muchas manos, muchos gestos, muchas palabras, muchos sentires, muchos pensamientos.

¿Qué implica tejer?

Tejer implica juntar hilos, pero también juntar manos.  En el tejido hay muchas manos, hay una juntanza para componer.  No solo de quienes tejen, pues se rota el tejido para dar puntadas, es un trabajo conjunto y colaborativo.  Inclusive por las manos que recogieron el algodón o la lana, las manos que la hilaron y el hilo que se anuda para construir un textil.  Cada pulso es notorio por el cómo pasa la aguja, muy apretado, muy ligero, muy ordenado; en las puntadas es visible el trabajo tras la materialidad.  Esto la vuelve particular, dado que hay una relación distinta cuando se sabe cómo fue hecha y por quiénes con lo laborioso y meticuloso que resulta el tejido, una práctica que nuevamente tiene que ver con el cuidado.  El cuidado de un cuerpo que se cubre con el textil, que refugia sus bienes en una mochila y resguarda su sueño en una hamaca.

Es importante resaltar las diferencias en las relaciones que se establecen con el textil a partir del tejido.  Pues alrededor de este se genera una conversa, además de su movimiento envolvente y meditativo, tiene un carácter cercano, no solo con el objeto, sino con el aprendizaje y ese otro.  Debe haber una proximidad corporal para el quehacer del tejido y el aprendizaje del mismo, esta cercanía produce lo colectivo que resulta siendo íntimo y público.  Se teje en cualquier espacio en el que se condense el pensamiento.  Es un acto repetitivo que pasa por la experiencia y la palabra, un hacer empírico, lento y reflexivo en donde se deshace y hace, remienda y resiste, repite y aprende.  Es una forma corpo-material que se entreteje con cada puntada y momento que le encarna.  Las esencias corporales siempre permanecen al dar forma a materia, siempre evoca personas y momentos por los que fue hecha, es un agente porque reproduce la voluntad humana, da continuidad a la vida y al pensamiento.

Este estado meditativo que permite el tejido hace que se den relaciones recíprocas entre el material y el cuerpo.  El cuerpo le da forma y la materia hace algo en la persona que lo liga a las memorias que contienen el textil y transformación del hilo que conduce la reflexión.  El tejido es una tecnología de producción, memoria y afectos.  Acontece cuando surge el pensamiento, la palabra y el camino.  Para los arhuacos una red de significados culturales y territoriales, andar y tejer para trazar camino en el tejido, en la memoria, en el ser.

La comunidad arhuaca históricamente ha remendado su tejido social, su tejido hecho a muchas manos en ellas la de los manos. La figura de los manos es relevante en la esfera política, social, religiosa e intelectual. Los mamos dicen que el pagamento es una tradición imbricada en el bienestar, aquí se agradece, se invoca y se paga a la madre tierra por lo proporcionado, son ofrendas a los padres espirituales que se depositan en lugares sagrados, con la finalidad de mantener el equilibrio. Afirman que estas prácticas han permitido la existencia en lo largo del tiempo. Esta es una práctica arraigada en el cuidado y la reciprocidad con la vida. Por ello, separaron el territorio a partir de la línea negra que representa la delimitación del territorio sagrado de la Sierra Nevada de Santa Marta con los otros lugares del mundo, para que la comunidad proteja el lugar que ha garantizado la existencia.

El maestro Pedro Hernández también ha resistido con “La pedagogía de la vida” término creado por él para la preservación, reivindicación y cuidado del territorio y la cultura arhuaca.  Maneras de proteger cuerpos colectivos e individuales.

"La pedagogía de la vida" tiene que ver con el aprendizaje del buen vivir.  Es decir,  la búsqueda constante del bienestar.   Bien-estar.  Esto transversaliza la vida material y espiritual de los pueblos indígenas.

“La pedagogía de la vida” se enseña a temprana edad, es vital para el reconocimiento del invididuo polifacético. Es decir, el individuo como devenir de circuntancias acumuladas que lo han hecho. Por eso, es importante el constante aprendizaje en cada una de las etapas de crecimiento que refuercen su ser cultural ligado al cuidado de la vida, de los otros y de sus raíces.

“Pedagogía de la vida” para existir bajo la reivindicación, la dignidad, la reciprocidad, el cuidado y los saberes heredados para su permanencia en el tiempo. Es un trabajo que nace desde la escuela, el hogar y la comunidad, para logar una común-unidad.

Garantizar la vida y el cuidado como las más precisa resistencia. Estos principios son arraigados a la madre, la maternidad, prevalente en toda forma de existencia en la Sierra, salvaguarda la reproducción de la vida. Pensar en esto, y el cómo su lucha está enraizada en su territorio, me hace pensar ¿Dónde enraízo mi lucha? ¿Dónde buscar mi ombligo? Todo parto es doloroso, por eso nos cuesta tanto estar lejos de quien nos ha parido, hay un magnetismo con la tierra y el vientre en donde nacimos. Extrañamos su familiaridad y acogida, la seguridad del vientre. Crecer implica recordar el vientre, reconocerlo y reivindicarlo. La lucha del pueblo arhuaco la sitúan en el ombligo. El cordón umbilical se tensa y se despliega no solo cuando hemos sido arrancados de la madre.

Cuidado y vida. Vida y alimento. Alimento y camino. Camino y resistencia. Resistencia y dignidad.

La Sierra Nevada de Santa Marta no sólo como un fenómeno biológico sino esencialmente social, que yace situado incluso en el cuerpo individual.  Los arhuacos crean, recrean y limitan su entorno.  El territorio es un dispositivo simbólico al que le atribuyen simbolismos, sentidos, valores y vivencia.  La Sierra es sujeto material e ideal que está atravesado por dinámicas históricas que se evidencian con las prácticas que realizan, con sus corporalidades y por su cultura.  Por ejemplo, simbólicamente, la mochila arhuaca es una prolongación del útero de la madre individual y de la madre universal por eso es tejida por mujeres.  Esta comprensión de la mochila como “útero” puede estar en relación directa con la comprensión reciproca y constitutiva del cuerpo y el territorio.

Existe una representación de la morfología de la Sierra, la casa constituye un espacio simbólico, que reproduce las dinámicas del territorio, por lo que en su construcción el número de varas obedece a los cuatro grupos indígenas, aquí se establece la relación entre los grupos indígenas/las varas como soporte esencial de la casa/Sierra.  Toda construcción incluso de relaciones implica anclar cuatro veces para una estructura sólida, el señor Fidel, me dijo que tengo que volver a la Sierra otras tres veces por respeto, por un puente comprometido y fuerte.  Jwawika es corazón, jwa es sangre y wika es camino; al final el encuentro es un camino para al corazón del otro.  Esta descripción fue posible porque pasó por el cuerpo, el mío y el de Claribeth, Johnaringumu, Daniela, Erika, Faustino, Carolina, Seyarín, Carmen, Leticia, Fidel, Camilo, Pedro, Edward.

Zeyzey na' zûni

En cómo mis ojos ven los suyos.  En ellos estoy, me reconozco.

bottom of page