El presente texto revisa el papel de la mujer en la ciudad, con el fin de dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿Cómo explican las autoras la experiencia de las mujeres en la Inglaterra Victoriana del siglo XIX y en Ciudad Juárez del siglo XX? ¿Cómo pueden usar o no la ciudad? Para este abordaje, se parte por comprender la ciudad como un espacio de consumo masculino, las mujeres han sido cosificadas al ser figuras del paisaje, por tanto, históricamente, este escenario ha representado peligro y vulnerabilidad para la mujer. Para ejemplificar, se realizará dos estudios de caso: 1. El texto de Walkowitz Judith, La Ciudad de las Pasiones Terribles: Narraciones sobre el peligro sexual en el Londres Victoriano “Introducción” y “Jack El Destripador” publicado en Madrid de 1995; y, 2. El Documental: Señorita extraviada, dirigido por: Lourdes Portillo en el 2001.
Para iniciar con el primer caso, entre el 31 de agosto y el 9 de enero de 1888, en la Inglaterra Victoriana se llevaron a cabo asesinatos a 5 mujeres: Polly Nicholls, el 31 de agosto; Annie Chapman, el 8 de septiembre; Catherine Eddowes y Elizabeth Stride, el 30 de septiembre; y, Marry Jane Kelly el 9 de noviembre. Ellas tenían una vida precaria y vivían el día para pagar pequeñas pensiones corrientes, en dicho momento ejercían actividades sexuales pagas en Whitechapel, lugar que simbolizaba el “mal social” y la marginalidad de Londres (Walkowitz, 1995), allí se hallaron los cuerpos mortuorios de las víctimas. Los asesinatos brutalmente cometidos tenían patrones que determinaban la culpabilidad de un solo sujeto, es decir, se les reconocía por el modus operandi, por ejemplo: un corte de izquierda a derecha en la garganta, punzadas en el vientre, extracción del útero y prácticas avulsivas.
Cabe resaltar que el asesino perpetrador de las muertes aún se mantiene en el anonimato, nunca se encontró rastro de su identidad, un asesino que podía ser cualquiera. Sin embargo, luego se le asigna un nombre por una serie de cartas amenazantes, burlescas e irónicas que recibió la Agencia Central de Noticias, los manuscritos testimoniaban por el mismo asesino los crímenes cometidos y anunciaban los crímenes próximos, firmados con: Jack el Destripador, allí afirmó la razón de sus asesinatos y sembró terror entre los funcionarios y la población civil: “{…} Querido Jefe {…} odio a las putas y no cesaré de despedazarlas hasta que no termine mi tarea” (Jack el Destripador, citado por Walkowitz, 1995, p.387)
Ahora bien, es importante analizar el carácter territorial del crimen, pues en Whitechapel, existió una población densa entre personas con pobreza extrema, habitantes de calle, trabajadoras sexuales e inmigrantes irlandeses y judíos. También Whitechapel era frecuentado por la clase alta, que demandaban algunos servicios comerciales y vicios de la zona (Walkowitz, 1995) por lo que se consideraba un entorno enfermo donde residían los desamparados y se evidenciaba por la precariedad de las condiciones de vida, una transgresión de la humanidad, justificada, normalizada, omitida e ignorada.
Por lo anterior es posible inferir que, Jack el Destripador materializa las perspectivas económicas privilegiadas de la época, la doble vida de los hombres, sus enfermedades de transmisión sexual y un sistema de vicios que florecía en el submundo de la sociedad respetable. Pese a esto, se establecían discursos excluyentes y eugenésicos entorno al “mal social” como señala Corbin (Citado por Walkowitz, 1995, p.385): “{…} imágenes negativas del cuerpo incluían a la prostituta como un organismo pútrido, cloaca, portadora de sífilis, cadáver y eslabón de una cadena de cuerpos femeninos resignados a la disposición del cuerpo burgués” con todo lo anterior, se demuestra que el precio del pecado del jornal de la mujer pública debía ser la muerte. Jack el Destripador representó un defensor de la “pureza”, término que daba mayor control sobre la sexualidad de las mujeres frente a una perspectiva masculina, a partir de estos crímenes, se ratifica el rol de la “buena mujer” dentro de una relación marital, monógama y heterosexual. Este asesino, mostraba las “{…} partes privadas, de las mujeres públicas” (Walkowitz, 1995, p.22), como un retrato aleccionador para las mujeres en ejercicio de prostitución.
Este suceso marcó fundamentalmente pasado victoriano, de tal forma que posteriormente se adecuó el Museo de Cera de Madame Tussaud, que vislumbraba el terror de las calles de Whitechapel, a partir de los cinco asesinatos a mujeres de Jack el Destripador, como una actividad de entretenimiento familiar. Este escenario evidenció la perversidad social, ya que la violencia era un contenido apropiado para el espectador doméstico, que veía el sexo público como una situación impura, pero en cambio exigía un espectáculo más visceral “{…} la gente creía que no era lo suficientemente sangrienta” (Walkowitz, 1995, p.19). Por tanto, la población se hizo cómplice mediante la mirada, los asesinatos se convirtieron en materia prima para la mirada masculina, con una cierta voluntad de sadismo, la mujer como un objeto de mirada masculina que propiciaba a su vez, en este museo un elemento escenográfico del espectáculo y simultáneamente desnudaba la fragilidad social de la mujer en la época.
Por otra parte, en el segundo caso, el documental “Señorita extraviada” revela una suma de diferentes feminicidios en México, Ciudad Juárez donde se asesinaron aproximadamente a más de 400 mujeres, pues nunca se logró saber un número exacto a corte del año 2000, las jóvenes tenían edades entre 15-25 años en su mayoría, morenas, pobres y delgadas. De manera similar, al caso de Jack el Destripador, en Ciudad Juárez tampoco se logró capturar al asesino, por causa de la diversidad de actores que cometían los crímenes hubo una impunidad generalizada, fueron halladas en parajes desérticos con signos de violación, tortura, manos atadas, estranguladas y cortadas en el vientre y espalda. Los principales sospechosos fueron la mafia narcotraficante, los conductores de camiones o buses y la fuerza pública.
Ciudad Juárez está ubicada en la frontera con Estados Unidos, era un lugar percibido por los norteamericanos como el lugar de lo prohibido, principalmente por el narcotráfico. Así mismo la población de Ciudad Juárez padecía un grave problema de salud social, precariedad de las viviendas, la falta de recursos e infraestructuras adecuadas y una agravada situación laboral con la explotación en las maquilas.
Las maquilas extranjeras fueron un fenómeno de aparente modernización, sin embargo, lo que se logró fue incrementar los niveles de vulnerabilidad femenina, pues mujeres pobres salían en búsqueda de trabajo, para lograr independencia económica o solventar los gastos en del hogar. En las maquilas encontraron un entorno de escasa protección por el Estado, la empresa y carencia de redes familiares cercanas. “{…} ten cuidado, porque esta persona que te trajo acá conmigo, te vendió a 15 pesos, si hubiera sido otra persona, yo te hubiera matado y te hubiera dejado por acá y quien se habría dado cuenta” (Portillo, 2001, min 3:29) La cosificación de la mujer en la vida social y laboral tuvo grandes consecuencias, el trabajo en las maquilas se había feminizado, la línea de producción del textil estaba arraigada al discurso genérico de un proceso fabril apto para la mano de obra de la mujer, que representaban una mano eficiente, barata y dócil. Por todo esto, se normalizó un trabajo sin mínimos de dignidad, salarios bajos y el pago por la vida de mujeres.
“{…} Todos (los asesinatos) tienen en común que las mujeres son usables, prescindibles, maltratables y deshechables. Y, desde luego, todos coinciden en su infinita crueldad y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres” (Marcela Lagarde, 2005). Por consiguiente, la violencia contra la mujer era consecuencia de un fenómeno estructural que instrumentalizaba el cuerpo femenino como afirmación de poder patriarcal y discursos que legitimaban el señalamiento, la persecución y el asesinato. Por ejemplo, Portillo acusa directamente a las maquilas como colaboradoras, cómplices e instigadoras de los crímenes contra las mujeres. En su documental se denuncia aceptación de los jefes directivos que permitían y realizaban fotografías a trabajadoras, estas imágenes se utilizaron luego para hacer un repertorio que presuntamente, seleccionaba a las futuras víctimas, como se evidencia en el caso de Sagrario: “{…} a Sagrario le sacaron varias fotos antes de que se la llevaran. En la maquila es muy común que vayan y te tomen fotos de cuerpo entero. Hay fotógrafos los viernes.” (Portillo, 2001, min 25:09)
Por último, en este caso los feminicidios en Ciudad Juárez también justifican la violencia contra la mujer, como una forma eugenésica contra “la mala mujer” como señala el Gobernador: “{…} el problema es que son prostitutas tienen dos vidas las que sus familias conocen y las que viven los fines de semana, la que sus padres no conocen, son un grupo de alto riesgo” (Portillo, 2001, min 8:37) “{…} los buenos que estén con sus familias, hay que instaurar un toque de queda” (Portillo, 2002, min 10:02) Estos señalamientos revictimizaban a las mujeres haciéndolas responsables de sus asesinatos.
Aunque estos sucesos impulsaron el resurgimiento emancipador de la mujer en las calles para redefinir el terreno público y a las mujeres como interlocutoras no solo como figuras del paisaje urbano masculino, no se puede desconocer que la perversidad no es únicamente de los perpetradores, sino de la sociedad y la responsabilidad que tuvo el Estado al no garantizar seguridad ni justicia en ambos casos, hubo impunidad e indiferencia.
En conclusión, estos asesinatos se dan a partir de los prejuicios e imaginarios de clase, raza y género, como afirma Preiss y Simmons (Citadas por Walkowitz, 1995, p.32) “{…} son la confrontación de las luchas de divisiones sociales” tienen una significación eminentemente política, basados en un ordenamiento social, en el que las mujeres pertenecían a la esfera de lo privado y el hombre en la esfera de lo público, por esto la fuerza de trabajo femenina ya sea en la prostitución, en las maquilas o en frecuentar la calle solas a tardías horas de la noche, era un hecho antinatural que debía ser castigado y suprimido.
Es esencial hacer hincapié en la ciudad como un espacio vivo de diferenciación de género, puesto que los crímenes luego de ser perpetrados siguieron habitando cada lugar, invadiéndolo con miedo y afirmando el poder del hombre, por encima del papel de víctima otorgado a la mujer, como sujeto vulnerable e indefenso. La exaltación cotidiana del crimen y los comentarios sobre el miedo generan transformaciones en la ciudad, los asesinatos influyeron en las formas en que se habita el espacio y en cómo se ve al “otro”, en estos casos a las mujeres, quienes, a razón de pocas oportunidades dignas de trabajo, quedaron sometidas a la segregación y precariedad social, con lo que a partir de un juicio moral se les condenó a la muerte. La ciudad representó para la mujer un escenario de peligro y vulnerabilidad.
REFERENCIAS
-Lagarde, Marcela; en participación de Eve Ensler, Aministía Internacional y diferentes asociaciones de defensa por los derechos humanos y feministas. (25 de marzo del 2005) Por la vida y la libertad de las mujeres: Fin al feminicidio. Ciudad Juárez.
-Portillo, Lourdes (2001) Documental Señorita Extraviada. Ciudad Juárez. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=84NbsvUfAuw
-Walkowitz, Judith (1995) La ciudad de las pasiones terribles: Narraciones sobre el peligro sexual en el Londres Victoriano. (Introducción p.p. 17-41 y Jack El Destripador p.p. 371.439). Madrid: Cátedra.
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