top of page
Search
Writer's pictureSOREN DANIELA MOLANO CAJAMARCA

La institucionalización del dolor.

Updated: Apr 29, 2021

El presente ensayo reconoce cómo se institucionaliza el dolor en los escenarios transicionales en el marco del post-acuerdo, con el fin de argumentar que la transicionalidad generan una serie de teorías del dolor en donde se analiza el daño que la guerra ha dejado en el “otro”. Se parte por comprender el sufrimiento como un rastro de guerra, en el que entran a operar órganos gubernamentales, con una serie de códigos que tipifican, clasifican y catalogan dicha herida. Por tanto, el trauma y la experiencia de la guerra se traducen a partir del modelo de tiempo que establece la institucionalidad jurídica. Así, se argumenta el nombramiento del sujeto como “víctima” ante los ojos del Estado como un proceso violento, para ello, se parte por ejemplificar a través el caso de las Madres de los Falsos Positivos en Colombia.


Para iniciar, es preciso señalar que las ejecuciones extrajudiciales, llamadas “falsos positivos”, fue una práctica militar motivada, promovida y, posteriormente, ocultada donde asesinaron a más de 5.000 jóvenes en diferentes partes del territorio colombiano durante el Gobierno presidencial de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) desarrollada en el marco de la política de Seguridad Democrática. Se reveló a los colombianos en el año 2008 con el caso de 11 jóvenes de Soacha-Cundinamarca, que fueron reclutados, asesinados y presentados falsamente como integrantes de grupos insurgentes (CINEP, 2011). Es necesario hacer hincapié en que los desaparecidos eran jóvenes de sectores populares en condiciones de pobreza, la marginalidad fue un importante criterio para la selección de las víctimas, quienes históricamente eran señalados como “deseables”, las fuerzas militares escogían quienes debían ser eliminados, una lógica en la que culpan al joven de su misma muerte.


La evidencia de miles de estas ejecuciones extrajudiciales por parte de la Fuerza Pública ha provocado contradictorias posiciones por parte de los altos dignatarios del Estado, puesto que los testimonios de las madres de los jóvenes asesinados que fueron llevados al escenario judicial siguen poniéndose en cuestión, la institucionalidad ha optado por poner en duda las denuncias, informes y peticiones de organizaciones no gubernamentales y personas individuales. Pese a ello, se suma el entramado institucional que se creó en 2017 para la implementación del Acuerdo de Paz, que incluye una Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que en teoría a partir de una reparación colectiva se encargaría de juzgar a los agentes del Estado y la milicia colombiana.


Ahora bien, entendiendo la violencia como la inscripción de poder sobre el cuerpo, el lenguaje y espacio del “otro” podemos afirmar que los procesos transicionales son violentos con las personas implicadas, pues los procesos transicionales deciden las formas de testimoniar sobre la herida que ha dejado la guerra, una herida claramente ajena, a partir de un lenguaje estadocentrista, en el que el Estado ejerce un papel terapéutico para el dolor de las víctimas; y, además decide bajo un estándar genérico, cuales testimonios se adaptan a la categoría de “víctima” y cuáles no “{…} la voz es una especie de certificado de existencia, la palabra víctima certifica lo traumático” (Castillejo, 2017, p.145). Para ello, la transicionalidad genera teorías sobre el dolor y el sufrimiento en las que los implicados tienen que moldear y afirmar su discurso.


El escenario transicional recupera los eventos especialmente a partir de la intimidad de la matanza de memoria reunida y sedimentada de las víctimas, victimarios y terceros porque nombrar implica abrir paso a la existencia, incorporarse dentro de una historia, donde el testimonio es una evidencia, pero al final quienes gestionan, administran y escriben la “verdad” y memoria histórica” son los funcionarios del Estado, esta verdad caleidoscópica (Castillejo, 2017) es decir constituida a partir de retazos que conectados configuran una sola imagen. La construcción de la verdad a partir de víctimas sin rostro, ni cuerpo que condensan una serie de daños “{…} nos dicen Víctimas, en general y al victimario si se le dice por su nombre, El General Montoya” (Betty, 2020). Por otra parte, (Castillejo, 2014) la autoculpación que estimula el proceso recae en el propio responsable, no en la versión de la víctima:

{…} Las víctimas no podemos hablar en las audiencias, solo el victimario ni sacar celulares podemos porque parece ser peligroso para el victimario, es una logística absurda parece que todo fuera al revés, fuera de que matan a nuestros hijos nos toca huir porque nosotras somos las amenazadas y allá ni nos dejan hablar {…} yo si le soy sincera, aún no entiendo bien para qué es la JEP, yo creo que es para darle privilegios a los asesinos de nuestros hijos, no le digo, teníamos que callarnos y aguantar el dolor sino cancelaban la audiencia, a un amigo que se paró a pedir respeto por su hijo muerto al que los generales le decían guerrillero, lo sacaron. La JEP, lo que hace es darnos talleres para enseñarnos a comportar en las audiencias para mantenernos calladas {…} la JEP creo que da es una verdad a medias por ejemplo lo que Montoya decía que era: Quiero ríos de sangre para obtener respeto. Eso si no lo sacan en las dichas audiencias (Sandra, 2020)


Con lo anterior, se evidencia que los procesos transicionales son revictimizantes y violentos en muchos aspectos. Las audiencias encuadran una serie de concepciones sobre el pasado, a través de la teoría del dolor que han establecido, las relaciones e intercambio oral se produce con las experiencias de violencia vivida, las audiencias son casi un espacio para recordar la muerte:


{…} Las madres hemos venido a limpiar el nombre de nuestros hijos, a ellos les quitaron la dignidad, el Estado quien ahora mismo hace el proceso disque de justicia, ellos también nos hacen daños, en procesos largos que no sirven para nada, nos llaman es a sacarnos el muerto encima. (Sandra, 2020)


La transición es una forma particular de enunciar al mundo que transita hacia el por-venir un espacio social sin guerra, es un aparato burocrático que busca garantizar la paz, es un camino de administración de dolores colectivos. Con base a las versiones controlan y gestionan las palabras para emarcar cada uno de los hechos, limitando los testimonios a una red de relaciones espaciales y temporales (Castillejo 2014) que limitan al sujeto dentro de una lógica histórica comprendida por la justicia transicional, con el objetivo de armar una imagen del recuerdo y que las temporalidades históricas se entrecrucen perfectamente con los microprocesos personales, invisibilizando que cada testimonio tiene un lugar de enunciación diferente.


Por otra parte, en este caso la voz de la víctima encarna la voz en un pariente cercano, frente a los falsos positivos, la madre refiere: “{…} me piden pruebas de quién era mi hijo, él no era guerrillero, no estoy preparada para perdonar, hoy yo soy la palabra, la voz, los pies de mi hijo” (Doris Tejada, 2020). La importancia de la justicia y la perseverancia para encontrarla nace la impunidad generalizada y la carencia material del desaparecido, incluso hasta en el fallecimiento. Lo que permite analizar el ritual de la muerte: entierro/cremación y velación constituyen un evento que sirve como despedida de los vivos, para lograr apaciguar la muerte que genera caos en el orden natural de la cotidianidad, por esto es importante ritualizar el fin de la vida. Enterrar es re-incorporar al muerto al terreno de los vivos. Muchas de las familias de los falsos positivos no han logrado encontrar los restos de sus parientes para llorarlos “{…} yo todavía busco los restos de mi hijo, cuando lo encuentre estaré tranquila, unos huesitos para enterrar o un pedazo de ropa pero que sea de él, que me lo entreguen para que se vaya al cielo” (Doris Tejada, 2020). El dolor que produce una persona desaparecida se sitúa en la ausencia y el vacío.


La justicia transicional se ha inventado todo un mecanismo logístico, equipo de exhumaciones en busca de los restos de los muchachos desaparecidos, cuerpos enfosados, mapeando el testimonio in situ, en otras palabras, desde el territorio, una memorización peripatética que dé cuenta de las fosas donde quedaron los cuerpos de los jóvenes, falsos positivos. Se recorre una geografía de la muerte que se traduce a la realidad judicial del dolor y la reparación de las víctimas al encontrar el cadáver de su ser amado.

En la lógica de la reparación también hay una serie de normas que establecen un correcto manejo de la culpa y el remordimiento, el perdón del victimario debe ser un acto performático que demuestre el arrepentimiento, en este caso ante los familiares del joven asesinado y ante la institucionalidad, para lograr de alguna forma apaciguar el daño causado:


{…} yo solo quisiera saber quién lo mató y si lo torturaron y que pague, pero ir a las audiencias termina siendo peor para nosotras, yo ya sé que el Estado no está con nosotras ni de nuestro lado. Nosotras quisiéramos ser investigadoras, sin intermediarios, que terminan lucrándose con la muerte de nuestros hijos, pero la justicia solo nos muestra gente disculpándose y justificando porque mataron a nuestros hijos (Betty, 2020)


En conclusión, la institucionalidad busca localizar el daño del “otro” a través de dispositivos visuales y narrativos, que certifican el daño y la herida, de principalmente la voz de las víctimas y victimarios, esta oralidad actúa sobre una serie de conceptos, códigos y políticas por las cuales los procesos transicionales el pasado se autoriza y legitima con coordenadas espaciales y temporales (Castillejo, 2017) estructuran el contenido de la memoria histórica triangular que especifica el crimen a partir del modo, del tiempo y del lugar, de esta forma se avala institucionalmente la versión “veraz” y acreditada, para finalmente traducir el sufrimiento social. La transicionalidad genera formas correctas de hablar sobre el pasado eminentemente violento.


REFERENCIAS


-Castillejo, Alejandro (2017) Las policromías del terror: mediaciones entre la tecnología, la confesión y la experiencia de la víctima en Colombia de justicia y paz. Universidad de los Andes: Bogotá.

-Castillejo, Alejandro (2014) La localización del daño: etnografía, espacio y confesión en el escenario transicional colombiano. Universidad Federal del Rio Grande do Sul: Bogotá.

-Centro de Investigación y Educación Popular, CINEP / Programa por la paz. (mayo de 2011). ‘Falsos positivos’ 2010: Clamor por la verdad y la justicia. Recuperado de: http://www.rebelion.org/docs/128090.pd.

-Tejada, Doris Betty y Sandra, entrevistadas por Molano, Sören. (2020) Entrevistas a madres de falsos positivos. Bogotá.



1 view0 comments

Recent Posts

See All

Comments


bottom of page